El espinoso asunto que queremos tratar en este escrito, parte más de una pregunta que de un hecho contrastado. ¿Testigos de lo extraño o Víctimas de sus creencias?
¿Somos creadores de nuestra realidad?
En nuestra corta trayectoria tras los fenómenos anómalos, hemos podido enfrentarnos a testimonios directos, de quienes aseguran haber vivido algo casi antinatural. El análisis pormenorizado de un relato así, requiere de muchos factores que, muy posiblemente, no estén aún contemplados en la “mochila” de nuestra experiencia. Por tanto, solo pretendemos hacer una reseña, sobre un detalle observado en estas entrevistas.
Antes, queremos hacer constar un detalle importante. Digamos, hacer dos grandes distinciones, en cuanto a la casuística de lo extraño se refiere, aun corriendo el riesgo de generalizar en demasía:
De una parte, están los testigos que refieren sucesos más relacionados con el “estudio” ufológico. Estos casos, debemos reconocerlo, son los que menos nos hemos encontrado en esta etapa. Tal vez, por la focalización de nuestra búsqueda hacia otros derroteros…
De otra, hayamos a aquellos que cuentan vivencias que, pudieran ser susceptibles del análisis parapsicológico. Y es, a este grupo, al que nos referiremos a continuación.
Aunque según nuestra experiencia, así como ya descubrieran grandes investigadores, en determinados casos, la línea divisoria entre estos dos grandes bloques se difumina.
Por añadir un apunte, claro está que, desde el prisma de estamentos como la psicología o psiquiatría y atendiendo a sus “síntomas”, quizá podría ajustarse más a otro tipo de casuística más ambulatoria. Pero, no poseemos conocimientos académicos, en ninguna de dichas disciplinas… Insistimos, solo pretendemos hacer una observación.
Testigos de lo extraño
En este segundo grupo, hemos encontrado a personas que, si bien, inicialmente no presentaban el menor interés hacia “estas cuestiones”, con el paso del tiempo y la supuesta asiduidad de los fenómenos que dicen vivir, han acabado por acudir a todo tipo de “supuestos expertos”.
Otro porcentaje, viene de la mano de aquellos que, dicen tener cierta “sensibilidad” para percibir todo un rosario de supuestos “eventos”, absolutamente velados, para el resto de los mortales (salvo para otras personas que dicen poseer la misma “sensibilidad”).
Y, otro número significativo viene con quienes siempre han vivido sus vidas, más ceñidos a lo mundano del día a día, que a destinar preocupaciones a lo que no ayude a llegar a final de mes. Al menos, siempre según nos cuentan.
Sin embargo, en estos tres sectores, hemos detectado los mismos parámetros. Tal vez, en los dos primeros, resulte “más lógico” entenderlo. Es, quizás, el tercero, el que necesite de un mayor análisis.
Supuestos asumidos
La creencia, para algunos, verdad para otros, sobre la trascendetalidad del alma del hombre, forma parte de la idiosincrasia de todas las culturas existentes sobre la faz de la tierra. (Y conste aquí que, ya iniciamos usando un concepto religioso-filosófico establecido como dogma, con diferentes nombres y cualidades, en la mayoría de las religiones: el alma, como parte indisoluble de nuestro ser, y que se encuentra más allá de las circunscripciones de la materia física).
Aquí, en Canarias, nuestra cultura occidentalizada sigue aún matizada por los ancestrales paradigmas de la religión judeo-cristiana. Sin embargo, las creencias en la continuidad del “ego” o la personalidad del individuo, tras su muerte, más relacionadas con el paganismo (siempre desde esta visión) y el espiritismo, conviven con propios y extraños… por poco que estos quieran confesarlo.
Y es justo esto, aquello que consideramos relevante. Algunos testigos nos han contado su historia, aun bajo la confidencialidad más absoluta, usando términos y conceptos provenientes de estas fuentes, asumiéndolos como una verdad incuestionable.
A modo de ejemplo
Una señora, asegura haber visto, un día cualquiera, la imagen clara y contundente de su fallecida suegra, (con la que, por cierto, nunca mantuvo una relación muy prolífica), esperándola en un rincón de su estrecho salón. Según la testigo, solo puede tratarse del “fantasma” de esta persona. Por alguna razón, su “alma” no descansa en paz, -piensa. Deja claro que, la sensación que tuvo durante esta visión, fue la de “rechazo”.
Esta, muy a grandes rasgos, es la historia que usaremos como ejemplo. Es el extracto de una entrevista real, con un “testigo real”.
Muchos supuestos dados por sentado. Conceptos que parten de las más variopintas fuentes o filosofías, entremezcladas en apenas cinco minutos de relato ¿Acaso no es esto un condicionamiento contundente? Puede que no hayamos hecho el descubrimiento del siglo con este apunte. Pero ¿cuántos “investigadores”, simplemente, no tienen en cuenta este factor?
De una parte, está el supuesto hecho, muy difícil si no imposible, de demostrarlo. El testigo cuenta haber visto con sus propios ojos a una persona, fallecida con anterioridad, en su propia casa. Este es el punto del que hay que partir. Todo lo demás no es otra cosa que una interpretación por parte del testigo, de lo vivido.
No siempre tenemos esta sensación. Pero en algunos testigos, como aquella del testimonio que hemos utilizado aquí y en otros, hemos detectado cierta postura de decepción tras nuestra aséptica visita protocolaria. Nos ha dado la impresión de que, el testigo, esperaba algo más de nosotros.
¿Tal vez una intervención “espiritual” con el fin de “limpiar” su casa de esta supuesta presencia, fuese el motivo final por el que nos permitiera ingresar en la intimidad de su hogar?
¿Tal vez que, sencillamente, corroborásemos con nuestra supuesta “sapiencia” en lo supuestamente “paranormal”, su interpretación del suceso que cuenta haber vivido?
Cuan poco sabemos y cuanto pretendemos, con una mezcla de arrogancia e ingenuidad, saber.
Quaestio Omnia