Antaño, relacionada con un mal augurio por algunas culturas, aún sigue siendo causa de insomnio. Solo que, ahora, voluntario. El enorme éxito que la divulgación científica ha tenido en las últimas generaciones, ha sido esencial para cambiar nuestro concepto del universo, en que, este diminuto planeta azul, gira sobre sí mismo. Aquí les presentamos una recreación, realizada con Stellarium, un programa para astrónomos aficionados, de código abierto, de la lluvia de estrellas Perseidas.
Al menos, esa información sobre materias como astronomía, astrofísica o cosmología, ha traspasado las barreras de las académicas publicaciones científicas y de los gabinetes universitarios. Y lo ha hecho, a través de un lenguaje más llano, que hiciera más legible los muchos conceptos técnicos que manejan. Siguen siendo pocos, los expertos, si lo comparamos con el volumen poblacional de cualquier región. Pero, el común de los mortales, puede acceder, tanto a las informaciones más llanas, como a las más técnicas, si así lo prefiere.
No somos científicos, pero en Quaestio Omnia hemos querido sumarnos a esta empresa. Y, ya que no manejamos esos muchos vocablos, que las citadas ciencias esgrimen, hemos querido hacer llegar estos datos, de la mejor forma que se nos ocurre (o quizá de la única manera de la que somos capaces). Y es que, sin desmerecer intelecto alguno, es así como nos hubiera gustado que nos lo hubieran contado.
Estrella prolífica
Esa enorme bola de fuego, que cada mañana sube, impertérrita, desde la línea del horizonte, es un enorme horno nuclear. Formado por muchos de los elementos que conforman el universo. Esos elementos, fueron recolectándose en un punto concreto, arrastrados a esa unión, por una misteriosa fuerza llamada gravedad.
En la proporción está la clave. Y, en esos hornos, confluyen y se organizan en una terrible armonía, ciertos elementos que le acaban confiriendo unos poderes extraordinarios. Pero, para esta historia, solo nos centraremos en dos de ellos. El calor y la atracción.
Esa misteriosa fuerza, llamada gravedad, fue formando otros muchos cuerpos, con diferentes proporciones y diferentes capacidades. Todos, intrínsecamente relacionados entre sí.
Todos esos cuerpos, quedan atados a la atracción que sobre ellos influya, procedente del cuerpo más cercano, que más masa haya adquirido en su formación. El Sol, por tanto, es en este sistema, el que rige los designios de los otros cuerpos, que hayan quedado atrapados en su campo de influencia.
Pero, no solo El Sol posee un campo de atracción, muchos otros cuerpos poseen esta capacidad, aunque con diferentes potencias. Esto provoca que, todos los cuerpos, giren en torno a otros cuerpos, en una suerte de baile sincronizado. Isaac Newton, la llamó Gravitación Universal. Isaac Asimov insinuó que, si el Amor es igual a Atracción, entonces es el Amor el que mueve el universo.
Los hijos pródigos del Sol
Llamamos cometa, a un tipo de estos cuerpos, formados por diversos elementos, congelados en su superficie por el enorme frío del espacio. Son muchos y están muy lejos, formando un campo esférico en torno a todo el sistema solar.
Por alguna razón que desconocemos, alguno de estos cometas se separa de sus congéneres, y caen literalmente hacia el Sol. Al hacerlo, están también sujetos a ese baile gravitacional y acaban girando en torno a este, dibujando una elipse. A esos giros sincronizados se le llamaron órbitas.
Una órbita elíptica permite, a cualquiera de estos cuerpos, pasar un tiempo muy alejado del cuerpo, entorno al que giran, y pasar otro tiempo muy cerca.
En el caso de los cometas, cuando están más cerca del Sol, comienzan a sufrir los efectos de uno de los más terribles poderes de este. El Calor. Y, esa enorme capa de hielo sucio que los recubre, comienza a desprenderse, formando una cola, que llega a alcanzar miles de millones de kilómetros.
La Nave Terrestre y la familia solar
Todo cuanto conocemos, cuanto hemos vivido y luchado, se encuentra en este lugar, al que llamamos Tierra. Uno de esos muchos tipos de cuerpos, un planeta, que consiguió, en su formación, otros poderes. El de Albergar Vida y conservarla. Pero, como con todos los demás, los poderes de La Tierra están, irremediablemente ligados, al universo del que forma parte y más directamente, al resto de planetas, protoplanetas, cometas y asteroides, que conforman la familia del Sol.
Como una suerte de isla, en medio del negro océano del cosmos, La Tierra es un vergel separado de otros posibles vergeles, por un horizonte que, aún se nos antoja inalcanzable. Sin embargo, este planeta que es La Tierra, no está anclado a el fondo oceánico cósmico. Viaja por el espacio, como una suerte de nave gigantesca, siguiendo los designios de ese baile cósmico. Es, también, reclamado por el Sol.
Esa inconmensurable sincronía, que Carl Sagan llamara “terrible maquinaria”, es exacta como un reloj. Aunque cada uno, soles, planetas y cometas, siguen sus propios tiempos.
Siendo esto así, en su viaje en torno al Sol, la nave terrestre se acaba encontrando a su paso, con aquel rastro que los cometas dejan tras de sí.
El poder de un grano de arena
El poder de Atracción que posee La Tierra, acaba arrastrando hacia ella esos trocitos desgajados del cometa. Y, aquí se produce un curioso fenómeno.
El poder para Albergar Vida que posee la tierra es muy particular. Y, no sabemos con exactitud, si es repetible. La tierra está formada por múltiples capas, que se diferencian por su densidad y su composición. Entre las capas más amigables para la vida, está aquella que llamamos atmósfera. Esta, aunque nos permite movernos con cierta libertad, posee también densidad. Pero, ésta solo es perceptible por nuestros sentidos, justo cuando la ponemos en duda.
Cuando, La Tierra atraviesa la cola de algún comenta, que se ha acercado demasiado al Sol, los trocitos que este deja tras de sí, caen a su superficie. Y, atraviesan la atmósfera, a velocidades increíbles, rozando con esta, como rozamos una cerilla para encenderla. La fricción con la atmósfera de La Tierra hace que, un trozo de cometa, del tamaño de un grano de arena, brille por un instante, tanto como un sol en la lejanía.
Cuestión de semántica
Esa sincronía cósmica hace que, lo que llamamos románticamente “lluvia de estrellas”, sea visible por los humanos en fechas muy concretas, según nuestro calendario. Y, en función de, que parte de ese cosmos observable parezcan caer, o el evento histórico con el que parezca coincidir, este regalo cósmico recibe diversos nombres.
En siglos pasados, en Europa recibió el nombre de Lágrimas de San Lorenzo, ya que coincidía con la fecha del santoral del 10 de agosto, momento en que se conmemora el martirio sufrido en la hoguera por este santo.
Las Perseidas reciben su nombre de la constelación llamada Perseo, por el griego Ptolomeo, que vio en el cielo, a esta figura mitológica dibujada por las estrellas. Siendo esta constelación, la más cercana al “punto radiante”, lugar aparente del cielo, del que “llueven las estrellas”.
El cometa al que pertenecen esos trocitos, que caen sobre nosotros, fue descubierto por dos astrónomos norteamericanos, en dos fechas distintas, del año del señor de 1862. Lewis Swift, lo vio por primera vez, el 16 de julio, y Horace Parnell Tuttle, tres días más tarde. He aquí que, por esta razón, este en concreto, fuera bautizado como 109P/Swift-Tuttle. La lluvia de meteoros que provoca, es muy prolífica, debido al tamaño del cometa en sí, estimado en unos 26 kilómetros. Y, es que es el más grande descubierto hasta ahora, que realice pasadas periódicas en torno al Sol.
Panza arriba
Así es, como mejor se disfruta de un espectáculo, que por cotidiano que sea, sigue obligándonos a los humanos, a alejarnos, por unas horas, de las zonas más urbanizadas. Una consecuencia directa, del aumento demográfico y la necesidad de iluminar nuestras “zonas habitables”.
Y, nos obliga a su vez, a cambiar nuestro ángulo de visión, por lo general, centrado en lo que inmediatamente tenemos delante, a ras de suelo.
Así, al abrigo de otros que, como nosotros, sienten la emoción, casi infantil, de ver brillar fugazmente un trocito de piedra, que viene del espacio exterior. Tan locos, como para que, una descripción tan prosaica como esta, no reste el más mínimo romanticismo a este fenómeno, que la naturaleza nos regala.
Por cierto. Dicen los que saben, que ese famoso cometa, de doble patria potestad, podría llegar a chocar con La Tierra en el año 4.479. En el hipotético caso, de que nuestra humanidad haya sobrevivido a su propia soberbia para entonces, sin duda, esa será otra historia que contar.
Quaestio Omnia