Bienvenidos a la Primera Edición de Quaestio Omnia. No tenemos muy claro si, la idea de iniciar esta empresa, nació tras las pesquisas del caso que plantearemos a continuación o, en cambio, fue esta historia, la primera que surgió en nuestra mente, como ejemplo perfecto para mostrar los parámetros de la filosofía de este canal. Me refiero a la extraña desaparición de Oliver Thomas.
El misterio cierto y desgarrador, de las desapariciones misteriosas, es tan actual, como atemporal. Infinidad de informes, de personas cuya localización, de pronto, se desconoce, saltan a los medios de comunicación, de cualquier localidad del mundo, a diario. Muchos de estos informes tienen un final feliz, otros, son cerrados, con dramáticas conclusiones, y otros, simplemente, siguen abiertos.
Vaya por delante, nuestro más profundo respeto. No pretendemos, en esta primera edición de Quaestio Omnia, herir sensibilidad alguna. Nuestra intención es, analizar una historia, que ronda por el llamado Mundo del Misterio, desde hace, al menos, 65 años.
Todo comenzó, durante la preparación del programa radiofónico Clave7, que se emitió el 27 de marzo de 2015. En una de nuestras, poco convencionales “mesas de redacción”, Fernando Álvarez, el director, me sugirió esta historia. Y, tras una breve lectura, no pudimos rechazar su proposición.
Tras los primeros párrafos leídos, a nuestra memoria llegó un vago, pero contundente recuerdo: Ya conocíamos esta historia.
La historia de la extraña desaparición de Oliver Thomas
El invierno apremia. Aunque, durante la mayor parte de aquel 24 de diciembre de 1909, el clima había sido benévolo, al acercarse la noche, una intensa nevada tiñó, de un impoluto blanco, los verdes valles de Brecon, por entonces, un pequeño pueblo situado en el sur de Gales, en Reino Unido.
Tras el ocaso, la familia Thomas ya había culminado los preparativos para esa Noche Buena. Varios amigos y vecinos acudieron a su granja, situada a las afueras del pueblo, invitados por estos a la cena, cuyo aroma ya recorría el gran salón donde se reunía la comitiva.
El patriarca, Owen Thomas, era un vecino bien considerado por su hospitalidad y contaba con la amistad del comisario del pueblo, el veterinario y un sacerdote de otra localidad vecina, quienes se encontraban entre los invitados. Tras la cena, los adultos se sumieron en una alegre charla, mientras los niños jugueteaban por el salón.
La señora Thomas, siempre atenta anfitriona, se percata de la escasez de agua. El pozo estaba fuera, a pocos metros de la vivienda, pero no quería desatender a sus invitados. De modo que encomienda aquel quehacer a su hijo Oliver. No era la primera vez. A pesar de sus apenas once años, podía perfectamente cargar con un cubo lleno de agua.
Afuera hacía frio. Su madre le protege con una bufanda, mientras Oliver se calza sus botas. La cota de nieve ya era importante.
Su madre le contempla unos segundos, mientras atraviesa el umbral de la puerta, portando un cubo. No imaginaba la señora Thomas, que esa sería la última imagen que su mente grabaría para siempre de su pequeño.
Apenas unos instantes después, entre los alegres comentarios de la comitiva, se aprecian unos agudos gritos de un niño que provienen de más allá de las ventanas de la casa.
¡Dios Mío! ¡Oliver! –se estremeció su madre.
A los gritos, le sucedieron desgarradoras llamadas de auxilio.
Owen Thomas, sale disparado en dirección a su escopeta, situada tras la puerta, cuando alguno de los invitados sugirió la posible presencia de alguna alimaña. Casi arrancando la puerta, sale al exterior seguido del pastor, el comisario, el veterinario y el resto de hombre portando armas y cualquier cosa con la que defender al muchacho.
El intenso frio y el vacío paralizaron a Owen y sus amigos. Aunque seguían escuchando al pequeño gritando de terror, allí, frente a ellos, no había nadie.
Los ojos de Owen miraban en todas direcciones con desesperación, mientras escuchaba a Oliver gritar que “algo se lo llevaba”.
El comisario se percata de un único reguero de claras huellas que discurren en dirección al pozo. Owen teme lo peor… corre en dirección al pozo, pero al llegar al lugar y tras gritar su nombre, Oliver no respondía desde su interior. Sus gritos, venía de otra parte.
El comisario vuelve a hacer un extraño descubrimiento. El niño nunca llegó al pozo. Sus pequeñas y únicas huellas se interrumpían bruscamente a unos 20 metros de la casa. Y apenas a dos metros más allá estaba el cubo, completamente seco.
Owen volvió a clamar por su hijo, pero los gritos de respuesta de este parecían provenir de algún lugar sobre sus cabezas, más allá de donde sus ojos podían alcanzar en aquella oscura noche. Gritos, que fueron alejándose poco a poco hasta que al fin, todo quedó en silencio, mientras aquellos aguerridos hombres dirigían sus miradas, con pavor, hacía la inmensidad del cosmos.
Ya conocíamos esta historia:
En términos generales, este es el relato que figura en la mayoría de los blogs, webs y foros dedicados a la divulgación de estos temas en Internet, sobre la extraña desaparición de Oliver Thomas. Pero, esta historia, ya la habíamos leído antes. Hace mucho tiempo, en un libro muy concreto.
Tras escarbar en nuestra biblioteca, localizamos el tomo en cuestión. Como parte de la colección titulada Biblioteca Básica de Espacio y Tiempo, editado en 1991 de la mano de, la ya desaparecida, revista Espacio y Tiempo, fundada y dirigida por Fernando Jiménez del Oso, poseemos un tomo titulado “Los Enigmas Pendientes”. Su autor, Joaquín Gómez Burón, Licenciado en Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca, profesor de Lengua y Literatura e historiador, publicó dos libros más, dentro de esta biblioteca de la revista mencionada.
En “Los Enigmas Pendientes”, en su página 71, Burón recoge un suceso, sorprendentemente similar al relato de la misteriosa desaparición de Oliver Thomas.
Aunque, con ciertas variables. Primero, sitúa este acontecimiento en Estados Unidos. Concretamente en una localidad del estado de Illinois llamada Quincy. La fecha también es distinta. En esta ocasión ocurre un 9 de noviembre de 1898. El protagonista, un niño de 16 años llamado Charles Ashmore.
Sobre las 9 de la noche, el niño sale de la granja rumbo al pozo. Había nevado y hacía frio. En esta ocasión, lo que alertó a su familia, fue su demora en volver. Los adultos salieron a buscarle y se encontraron con que, el reguero de huellas, que discurrían también hacia el pozo, se interrumpían bruscamente antes de llegar a este. No había huellas de vuelta. No había ningún otro signo o marca en la nieve. Simplemente, el niño se paró allí. Y desapareció.
En el pozo no estaba. El frio había congelado el agua y la capa de hielo permanecía intacta.
Una vez fuera, la familia, si pudo escuchar la voz del niño, pidiendo auxilio, y también esta, no parecía provenir de ninguna parte en concreto.
¿Coincidencias?
Ante nuestro desconocimiento, surgieron varios interrogantes.
¿Dos casos de desaparición misteriosa fulminante, llamémosla así, de un niño joven, con similares características, que quizá esté apuntando a algún tipo de casuística determinada?
Más allá, de la extrañeza de estos relatos ¿Cómo es posible que la trama, el escenario y las palabras claves como “granja”, “nieve”, “niño”, “agua” “pozo”, “huellas”, concuerden a la perfección, entre ambas historias, y sin embargo las fechas, lugares y nombres difieran tanto?
Otro libro
Pero había más. En nuestra biblioteca, tenemos otro libro, íntegramente dedicado a este asunto. “Desapariciones Misteriosas”, escrito por el investigador francés Patrice Gastón y que fuera publicado por primera vez en 1973. Imaginamos que, quizá, Gastón también se había hecho eco de esta historia. Así que, nos sumergimos en su lectura, con la esperanza de localizarla.
¡Y, allí estaba! Con el subtítulo “Aspirados por el Cielo”, Gastón recogía este suceso en la página 70, (al menos, correspondiente a la edición con la que contamos). Pero, he aquí que, volvimos a encontrar diferencias y coincidencias muy sorprendentes, a la historia de la misteriosa desaparición de Oliver Thomas.
En esta ocasión, el relato, nos lleva a la Nocebuena de 1890 y al pueblo de South Bend, en el estado de Indiana, en E.E.U.U.
El protagonista: un niño, de 11 años, llamado Oliver Lerch.
El resto de la historia, es exactamente igual, a la misteriosa desaparición de Oliver Thomas. Detalle tras detalle. Un calco perfecto, salvo por la sustitución de nombres, como Owen Thomas (el padre), por el de Tom Lerch.
¿Cómo podía ser esto posible? Tres historias prácticamente iguales, ocurridas en fechas distintas, pero siempre en invierno. Salvo en el caso de Charles Ashmore, del libro de Gómez Burón, las otras dos historias coincidían en el nombre del niño desaparecido. Oliver Thomas y Oliver Lerch.
La idea, de que las tres fueran el resultado de la deformación de un único suceso, empezaba a tomar sentido.
¿Pero, cuál de las tres era la verdadera historia? ¿O, es que quizás, la historia raíz fuera otra distinta, a las tres expuestas?
Morris Ketchum Jessup:
En la década de los años 50, del siglo pasado, en las librerías norteamericanas aparecen una serie de libros, con el sobre título “The Case for the UFO”, firmados todos por Morris Ketcum Jessup.
Morris Jessup estudia astronomía, en la Universidad de Michigan, en 1926. Aunque, tras esa etapa de estudiante, no volvió a ejercer más esta vocación suya. Tuvo que ganarse la vida en otras ocupaciones, hasta que en los años 50, comienza a ganar popularidad. Y, vuelve a resurgir su titulación científica, cuando comienza a dedicarse a la investigación y divulgación del fenómeno OVNI.
Escribe una media docena de libros, sobre el particular. Y, justo en uno de ellos, cuyo título en español sonaría “Casos OVNI, recibidos por la Oficina de Investigación Naval”, expone una serie de casos, sobre extrañas desapariciones. Y, entre estos, menciona el de Oliver Lerch.
No tenemos claro si, esta es la primera mención bibliográfica moderna de esta historia. Pero, quizá sí, la primera vez que alguien afirma su realidad. Morris Jessup, asegura que consigue pistas, que le llevan a los Registros de Población del South Bend, que poseería el Departamento de Policía del estado de Indiana.
Kevin D. Randle:
En nuestra búsqueda, por hallar el origen de esta historia, nos tropezamos con otra investigación. Como quizá pasa en muchos otros ámbitos, muchos trabajos realmente relevantes, no alcanzan la difusión que se merecerían, debido al idioma. Por suerte, las nuevas herramientas informáticas, diseñadas para suplir este problema, aunque no carentes de errores aún, pueden servirnos para encontrar el dato que buscábamos.
Y así fue. Y, con ello descubrimos que, ni mucho menos, éramos nosotros los primeros en darse cuenta, de las curiosas coincidencias entre las historias de Charles Ashmore, Oliver Thomas y Oliver Lerch.
Kevin Douglas Randle estudió periodismo en la Universidad de Iowa y Psicología. Pero, tal vez, su mayor ocupación la realizó en las Fuerzas Aéreas de los E.E.U.U. Fue piloto de helicóptero, durante la guerra de Vietnam y participo en numerosos contenciosos en Irak. Trabajó en la rama administrativa, en el área de inteligencia militar, y formó parte de La Guardia Nacional, hasta su retiro, con el grado de Teniente Coronel.
Pero, pese a esto, Randle pudo dedicar tiempo a su estudio del fenómeno OVNI, desde los años 70. Sin embargo, es también un prolífico escritor de Ciencia Ficción. Entre las temáticas ufológicas y sus novelas, lleva un centenar de libros publicados.
Randle es un investigador bien considerado por su carácter crítico, siendo alguna de sus teorías, bastante escépticas.
Navegando por la red, nos topamos con una entrada, fechada el 12 de septiembre de 2008, en el blog de Randle “A Different Perspective”. En ella, detalla las pesquisas que había estado realizando tras la historia de Oliver Lerch, mencionada por Morris K. Jessup en su libro.
En ella, podemos leer que, se pone en contacto con el Departamento de Policía de South Bend, pero estos no tenían registros anteriores a 1920. Al parecer, un incendio había destruido parte del archivo.
Descubre como, alguno de los artículos publicados sobre el caso, en el periódico local de esa ciudad, South Bend, habían surgido por y tras la publicación del libro de Jessup.
Se pone en contacto con algunos investigadores locales, que ya habían estado tras la pista de este caso, y estos le confirman que, en la Biblioteca Local existe dato alguno que registre, que el caso de Oliver Lerch hubiera ocurrido jamás, en su localidad.
Descubre entrevistas realizadas por un periódico local, a una familia Lerch, que, efectivamente, vivía allí desde hacía varias generaciones, quienes afirmaron públicamente que nunca ocurrió tal cosa en su familia.
Y, estos, no son los únicos datos que aporta Randle.
Descubre, por otra línea de investigación, que existen múltiples referencias a una historia de semejantes características, con las variables antes expuestas, cuya mención se remontaban hasta 1932.
En esos relatos, los nombres del niño protagonista, variaban entre Oliver Lerch, Oliver Alerce, Oliver Lurch u Oliver Thomas.
Su edad, varía entre los doce años, veinte o veintidós años.
La fecha, de su supuesta desaparición, se ubica entre la víspera de Navidad y la Navidad de 1889, la Navidad 1890 o la Navidad de 1909.
Y, situaban la historia, en South Bend, en E.E.U.U. y en algún lugar de Gales.
Según Randle, no solo Morris K. Jessup estaba equivocado, al dar como real la historia de Oliver Lerch, sino que esta y todas sus variantes eran falsas.
Pero, a nosotros todavía nos faltaba un dato. La desaparición de un tal Oliver, con sus diversos apellidos, edades, fechas y lugares, era probablemente una leyenda infundada. La extraña desaparición de Oliver Thomas no ocurrió jamás.
Pero, había un nombre que no se repetía: Charles Ashmore. El niño, del relato que incluyo Joaquín Gómez Burón, en su libro. La fecha de este suceso, tampoco se repite. Recordemos, ocurre un 9 de noviembre. No, en fechas navideñas, como todos los demás. Y, su localización, también es distinta: ocurre en Quincy, una localidad de Illinois, en E.E.U.U.
¿Era este el origen de la leyenda? ¿Ocurrió realmente, pero en otro lugar, y fue deformándose, el relato original, a medida que se contaba?
La lectura de la investigación de Kevin Randle, aún nos aguardaba una sorpresa más.
Ambrose Birce
La biografía de Ambrose Gwinett Bierce, es realmente curiosa. El décimo hijo, de una prole de trece. Nace en Ohio, E.E.U.U. en 1842, en el seno de una familia excesivamente puritana para su gusto. Quizá, por eso huye de su casa, con apenas 17 años, para apuntarse en la Escuela Militar de Kentucky. Posteriormente, se alista en el ejército, durante la Guerra Civil y, a lo que dedica los siguientes 5 o 6 años, hasta que renuncia a la vida militar.
Se licencia en periodismo, llegando a ser director del periódico New Letter, en San Francisco, en 1868. Quizá, esta etapa, le sirvió para entrar en el mundo literario, haciendo amigos entre los escritores más influyentes de la época. Viaja a Londres, donde escribe sus primeras narraciones cortas y es allí, donde quizá, alcanza más popularidad. Uno de sus primeros temas fueron las crónicas bélicas. Su estilo rondaba entre el humor mordaz y la ironía, rozando, a veces, el pesimismo. Alguno, llegó a considerarle, el heredero literario de Edgar Allan Poe, cuando comienza a publicar sus primeros cuentos de terror fantástico.
Vuelve a los E.E.U.U. y se establece otra vez en San Francisco. Y, su fama le ayuda a convertirse en columnista del San Francisco Examiner. Es allí, hasta la entrada del siglo XX, donde se convierte en el escritor más célebre de la costa oeste.
Ambrose Bierce, publica en 1893 un relato de ciencia ficción, que contaba la trágica y misteriosa desaparición de un joven, cuando caminaba, en dirección a un riachuelo, cercano a la granja donde vivía con su familia. Una granja, situada en Quincy, Illinois. Bierce sitúa el relato, el 9 de noviembre de 1878. Este cuenta que, las pisadas en la nieve se detienen abruptamente. El niño, jamás llega al rio. Su padre y su hermana, acuden en su ayuda, pero no le encuentran. En los días posteriores, su madre acude al lugar de su desaparición, y jura escuchar los gritos del joven, en medio de la oscuridad. Gritos, que se escuchan noche tras noche. Pero, el joven jamás aparece. Bierce llama a ese niño Charles Ashmore.
Acaso, no les recuerdan estos detalles a la historia de la extraña desaparición de Oliver Thomas.
Comparación
¿Se han dado cuenta? En el relato original de Ambrose Bierce, este, habla de un riachuelo, al que se dirige el protagonista en busca de agua. La leyenda que recoge Joaquín Gómez Burón en su libro, acierta con, prácticamente, todos los detalles del relato de Bierce, salvo por, entre otros, este punto. Cambia el rio, por un pozo, elemento este que, aparece en el resto de versiones de la historia, en las que, el niño ya ha pasado de llamarse Charles, a Oliver.
En el relato de Bierce, no aparecen los personajes del comisario, el veterinario o el clérigo. Como tampoco aparecen, en la leyenda que recoge Gómez Burón. Sin embargo, si son un añadido claro, en las versiones de los “Oliver”. Incluyendo la historia que inicia esta investigación, la de la extraña desaparición de Oliver Thomas.
La fecha, en que sitúa la trama Bierce, es el 9 de noviembre de 1878. Una fecha bastante alejada, de la que aparecen en las versiones posteriores. Gómez Burón, detalla que ocurre, un también, 9 de noviembre, pero del año 1898. Este, es otro dato, que ya se ajusta más a las versiones de los “Oliver”.
Probablemente, Joaquín Gómez Burón, fue el autor que más se aproximó al relato original. Pero ¿Se equivocó también, al afirmar que había ocurrido realmente?
Brad Steiger
Otro afamado escritor, Brad Steiger, cuya línea literaria, se acerca bastante a la espiritualidad, pero que también, tiene títulos dedicados a otros temas, relacionados con el Misterio. Recoge, en uno de sus libros, la variación de la historia de la extraña desaparición de Oliver Thomas. Que es justo aquella, que hemos relatado al comienzo de esta edición. Y, justo aquella, que aparece reflejada en internet, en multitud de sitios web, dándola como cierta. Y, por Kevin Randler, sabemos que el propio Steiger, ya hacía tiempo, que había descubierto que el relato no era cierto y, que había tratado de hacer llegar, este dato, a sus lectores, sin demasiados resultados.
La extraña desaparición de Oliver Thomas. La conclusión
La de Bierce, parece ser la primera mención escrita de esta historia. Y, se trata de un relato de ficción, creado por el mismo. Para quien le apetezca leerla, al pie de este artículo, estará disponible un enlace (http://www.online-literature.com/bierce/1988/), a una web dedicada a recoger relatos cortos, de escritores clásicos. Allí, podrán leer, en inglés, el relato íntegro titulado “Charles Ashmore`s Trial”, bajo la autoría Ambrose Bierce.
Posiblemente, todas las demás variantes aparecidas posteriormente, son una deformación del relato original. Por alguna razón, fueron modificándose elementos clave de la historia y añadiendo ingredientes nuevos. Ambroise Bierce, publica su relato en el periódico para el que trabajaba, no en una novela. Y, no fue la única historia que publicó, por este mismo medio. ¿Tal vez, los autores siguientes, tomaron esta como un documento periodístico, en vez de como un relato de ficción?
¿Por qué, Morris Jessup, afirmó que sabía de la existencia de documentación, sobre el caso de Oliver Lerch, una de las versiones, y que esta estaba en manos del Departamento de Policía de South Bend?
Es curioso destacar como, junto al enlace mencionado, aparecen muchas otras referencias en el buscador, en las que dan esta historia de “Charles Ashmore” como real. Lo mismo ocurre, cuando uno teclea Oliver Thomas u Oliver Lerch.
Por nuestra parte, creemos que las evidencias son bastante claras. Si el relato de Bierce es pura ficción, el supuesto trasfondo real del resto de variantes del mismo, se desvanece. La historia sobre la extraña desaparición de Oliver Thomas, no es cierta.
Y, esta perspectiva, la hemos obtenido gracias, por una parte, a una variada biblioteca, que nos permite comparar datos de diferentes fuentes, y, por otra, a las enormes capacidades que ofrece la red, para encontrar otras referencias, sin que las fronteras, las distancias y el idioma, sean un inconveniente.
Y por supuesto, en cualquiera de los dos ámbitos, usando como postura la máxima de nuestro canal.
Quaestio Omnia.
Cuestionándolo todo.
Enlaces de interés
Investigación de Kevin D. Randle:
http://kevinrandle.blogspot.com.es/2008/09/disappearance-of-oliver-lerch-larch.html
Relato Charles Ashmore`s Trial de Ambrose Bierce escrito en 1893
http://www.online-literature.com/bierce/1988/
Adaptación del relato en vídeo por DaviDustin
https://www.youtube.com/watch?v=xfbT1FR2Nzw
Libros de Ambrose Bierce:
https://www.google.es/search?q=ambrose+bierce&es_sm=93&biw=1366&bih=667&tbm=bks&source=lnms&sa=X&ved=0CAcQ_AUoAmoVChMI76Wsi9aXyQIVCO8UCh07uA4y&dpr=1
Brad Steiger escribe sobre Ambrose Bierce
http://www.hauntedamericatours.com/haunted/AmbroseBierce.php
Muy buena tu investigación. Te felicito.
Gracias por tus palabras y por visitar nuestra web.
Hombre, lo de bierce hace muchos años que ya se conocia. En el Club Diogenes, de Alianza Editorial tienes esta historia (y alguna mas que en articulo no se menciona y muy relacionadas).
Gran trabajo, felicitaciones. Erradicando con vuestra investigación, los argumentos de la ignorancia, la estupidez, superstición y el manejo de masas con engaños y fraudes. Hermosa es la ficción y los misterios para disfrutarlos en una buena película o un buen libro como los de Bierce (que a propósito, también desapareció jajaja) pero en la realidad finalmente no hay misterios, como alguien dijo por ahí: 2no existe lo desconocido, solo lo temporalmente incomprendido». Saludos.
Gracias Dino por tu comentario. Aunque no estoy del todo de acuerdo con la afirmación de que no hay misterios. Cierto es que un «misterio» no es más que una pregunta cuya respuesta aún no se ha encontrado. Y es justo ese vacío el que debería impulsarnos a buscar esa respuesta. A fin de cuentas, el misterio alimenta la curiosidad. Pero creo estar de acuerdo con hay quienes se aferran a ese mismo vacío para llenarlo de todo tipo de supuestas teorías, cada cual más rocambolesca, con el fin de vender más libros, conseguir más clicks o likes. O como bien apuntas, para condicionar y conducir a fines no demasiado claros, a la opinión pública. En otra cosa en que estoy de acuerdo es en que no existen fenómenos inexplicables, solo fenómenos no explicados aún. Gracias de nuevo.
Muchas gracias por tu buen trabajo
Gracias Margarita!!
Me parece muy interesante esta historia, me ha agradado ver como saber todos estos detalles de esta historia por la qué sentí curiosidad Aquí en México la había leído en una revista ilustrada sobre OVNIs que publicaban en los 70´s y tenía en la mente el nombre de Oliver Lerch.
Ahora bien, respecto al relato de Ambrose Bierce, no todos sus relatos eran de ciencia ficción, aunque era, según describen, una persona obsesionada con lo sobrenatural y en particular con las desapariciones. Su propia muerte es una incógnita pues pasó a México durante la revolución y ahí se perdió noticia de él. Algunos relatos de esa época pueden estar inspirados en leyendas y sucesos locales. Nunca lo sabremos, al parecer las desapariciones sin explicaciones, era algo común en esa y en épocas más antiguas, pero finalmente también puede haber algunas explicaciones naturales para algunos hechos insólitos que se han convertido en leyendas. Saludos.
Hola Alfonso. Gracias por tu comentario.
Cierto es que, Ambrose Bierce, trabajó para varios periódicos en su época. Por ello, algunos investigadores piensan que muchos de sus artículos son fruto de sus investigaciones periodísticas. Sin embargo, su faceta como escritor de terror fantástico como hipótesis, pesa algo más a la hora de interpretar alguno de sus relatos.
En cuanto a su desaparición, es cierto lo que comentas. Al parecer, una de sus pasiones literarias era la «crónica bélica». Y le interesó mucho la figura de Pancho Villa y la revolución mexicana. Podría decirse que, Bierce, fue uno de los primeros autores en ejercer la dura profesión de «periodismo de guerra». Pero, salvo unas cartas que se han encontrado, como última comunicación conocida, desapareció.
Con relación a lo que comentas sobre las desapariciones sin explicación, me temo que es algo que sigue ocurriendo hoy en día. De echo, es uno de los tipos de crónica que más me fascina, al tiempo que me produce una profunda inquietud. Cierto es que, en la historia, existen relatos, realmente insólitos, de desapariciones multitudinarias, algo poco frecuente en estos días. Sin embargo, no podemos olvidar casos como el del vuelo MH370 de Malaysia Airlines, por ponerte un ejemplo.
Gracias de nuevo. Siempre es un placer compartir impresiones sobre tan fascinantes historias.